Fecha: 7 de febrero de 2021

Tenemos claro que un cristiano no puede dejar de ser humanista, ya que en el origen fundamental de su fe se encuentra el misterio de la Encarnación, el Dios hecho plenamente hombre: profesamos por ello que Jesucristo es la definición, la medida, el paradigma de persona humana, como nos dice el Concilio Vaticano II (GSp 22). Asímismo sabemos, por conocimiento de la historia y por experiencia, que esta sensibilidad hacia todo lo humano, incluso el sueño de un mundo “plenamente humano”, ajustado a las exigencias de toda persona humana, es un rasgo característico de todo creyente.

Sin embargo, cuando exponemos estas ideas, no faltan quienes nos recuerdan que el mundo es muy complejo y que nuestro discurso está muy bien para la clase o el púlpito, pero no para la vida real. Es complejo particularmente el mundo de la vida pública, el de la política, el de la cultura, el de la acción social.

Ya lo sabemos. Pero no hay que ir muy lejos para encontrar ejemplos actuales de verdadero humanismo activo, concreto y bien visible, para quien quiera ver. Uno de ellos es la “Organización Manos Unidas”.

La “Organización Manos Unidas” nació en los años 1959-1960 entre las Mujeres de Acción Católica Española. Ellas, respondiendo al llamamiento de la FAO, que reclamaba acciones en contra del hambre y del subdesarrollo, se comprometieron a luchar contra “el hambre de paz, de cultura y de Dios que padecía gran parte de la humanidad”. Realizaron su primera Campaña contra el Hambre en 1960. Desde entonces se fueron organizando ayunos voluntarios y colectas para denunciar y luchar contra el subdesarrollo. Año tras año la iniciativa fue creciendo. En 1970 estaba ya consolidada y la Conferencia Episcopal Española acordó que se hiciera una colecta extraordinaria contra el hambre en el mundo en todas las parroquias de España. La Organización dejó el nombre de  “Campaña”, para llamarse “Manos Unidas”, como Asociación de la Iglesia al servicio de los pobres del tercer mundo.

Conocer este origen tiene una gran importancia. Porque nos hemos de situar en aquel tiempo, cuando las Mujeres de Acción Católica eran muy numerosas y compartían y vivían su fe con la voluntad de abrirse a la realidad y proyectar sobre ella su compromiso. Tenían como objetivo superar la vivencia de la fe, aislada en la intimidad o en los espacios exclusivos de la plegaria o la reflexión. Entonces, adheridas al Movimiento Internacional de Mujeres Católicas, asumieron el reto de asociarse para luchar contra el hambre.

Este era unode tantos ejemplos de las muchas obras sociales que iniciaron hombres y mujeres de Acción Católica de entonces. Lo interesante era que la mirada con la que captaban la realidad humana no era otra sino la de la fe: obedecían entonces al humanismo cristiano, según el cual el hambre, la incultura, la marginación constituían una llamada a la acción y al compromiso.

“Las manos unidas” que muestran la Organización son un símbolo de la comunión que nace en el mundo a partir de Jesucristo, de su Espíritu de Amor. Cuando esa comunión se hace efectiva y concreta, produce entre otros efectos, una fuerza desencadenante de “solidaridad”. Si esta solidaridad encuentra la pobreza, el hambre, la marginación, entonces el mundo cambia. El pequeño o gran espacio de mundo recupera su rostro verdaderamente humano. Es decir, un rostro más semejante al proyecto de Dios.