Fecha: 13 de febrero de 2022

El día 11 de febrero, festividad de la Virgen de Lourdes, se celebró en toda la Iglesia la Jornada Mundial del Enfermo, instituida por san Juan Pablo II hace 30 años. En nuestra diócesis celebraremos la Eucaristía en la catedral el próximo domingo 20 de febrero. Agradezco a los miembros de la Hospitalidad de Nuestra Señora de Lourdes la preparación de esta celebración y el testimonio de cercanía a los enfermos que nos dan durante todo el año y, de manera especial, los días de la peregrinación anual a Lourdes. Con esta jornada, la Iglesia desea sensibilizar al Pueblo de Dios, a las instituciones sanitarias católicas y a toda la sociedad sobre la necesidad de acompañar a los enfermos y a quienes los cuidan.

El lema elegido por el Papa para este año es una exhortación del Señor a la misericordia: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6, 36). Del mismo modo que Dios ha mostrado su misericordia perdonándonos y regalándonos su gracia en el Espíritu Santo, debemos vivir la cercanía a los que sufren como una prolongación del amor misericordioso del Padre. Se trata de acercarse a ellos como lo hacía Jesús: amando, perdonando, consolando, haciendo nuestras sus dolencias. El Papa, en su mensaje de este año, nos recuerda que “cuando una persona experimenta en su propia carne la fragilidad y el sufrimiento a causa de la enfermedad, también su corazón se entristece, el miedo crece, los interrogantes se multiplican” (n. 2). De ahí la importancia de que haya “testigos de la caridad de Dios que derramen sobre las heridas de los enfermos el aceite de la consolación y el vino de la esperanza, siguiendo el ejemplo de Jesús, misericordia del Padre” (n. 2).

Por ello, los profesionales de la sanidad no deben olvidar el principio fundamental que debe inspirar su relación con los enfermos: “el enfermo es siempre más importante que la enfermedad”. Cuando esto se tiene en cuenta, la profesión se convierte en una misión. Y así, “incluso cuando no es posible curar, siempre es posible cuidar, siempre es posible consolar, siempre es posible una cercanía que muestra interés por la persona antes que por su patología” (n. 3).

Los cristianos, llamados a ser como Cristo testigos de la misericordia de Dios, no podemos olvidarnos de los enfermos, como tampoco podemos cerrar los ojos a las situaciones de pobreza que hay a nuestro alrededor. El Papa nos ofrece una hermosa reflexión en su mensaje: “Si la peor discriminación que padecen los pobres -y los enfermos son pobres en salud- es la falta de atención espiritual, no podemos dejar de ofrecerles la cercanía de Dios, su bendición, su Palabra, la celebración de los sacramentos y la propuesta de un crecimiento y maduración en la fe” (n 5). También nos recuerda que “la cercanía a los enfermos no es solo tarea de algunos ministros específicamente dedicados a ello. Visitar a los enfermos es una invitación que Cristo hace a todos sus discípulos… el ministerio de la consolación es responsabilidad de todo bautizado”.

Deseo que esta jornada sea una ocasión para revisar y revitalizar la atención pastoral a los enfermos, ayudándoles a vivir el tiempo de la enfermedad unidos a Cristo crucificado y resucitado. Estoy convencido de que la cercanía a los enfermos y a sus familias por parte de los sacerdotes y agentes de pastoral revitaliza la vida cristiana en nuestras parroquias.