Fecha: 23 de julio de 2023

Hablamos mucho del amor entre personas, de los esposos, de los padres con los hijos, de los hermanos, de los amigos, de los profesores con sus alumnos. Sin embargo me parece que se nos olvida insistir mucho más en el amor de los abuelos con sus nietos. Ampliamos esta percepción a las personas mayores que de forma constante muestran su cariño y su ternura hacia los niños y jóvenes en general. Unos y otros son muy sensibles a las alegrías y dificultades que soportan la infancia y la juventud. Les agradecemos esta solidaridad sentimental.

En el caso de los cristianos el amor es la piedra angular de las relaciones humanas y es la repuesta de la fe al amor de Dios. Podemos amar porque Dios nos amó primero. Además de la frase lapidaria que pronuncia el mismo Jesús en diversos pasajes respecto del amor (por ejemplo en el evangelio de san Marcos, 12,28 y ss.) podéis leer de forma sosegada la primera carta de san Juan, en la que hace un perfecto resumen del mandamiento nuevo del Maestro y donde dirige su observación a los padres, a los hijos, a los jóvenes… para que sepan aceptar en su vida la realidad divina del amor. Y cómo es el mandamiento del amor a ejemplo de Cristo; nos recomienda, nos manda, amar con la luz de la verdad y no sólo de palabra sino con las obras.

Es un motivo especial hablar del cariño de los mayores en esta Jornada Mundial que promueve la Iglesia en el domingo cercano a la fiesta de los santos Joaquín y Ana, padres de la Virgen María y, por consiguiente, abuelos de Jesús. Cada año el papa Francisco escribe un mensaje para hacernos caer en la cuenta del respeto y reconocimiento que ellos merecen. Busca siempre una frase bíblica que fundamenta su exposición, no improvisada en estos momentos sino fruto de una reflexión que invade toda la preocupación de la Iglesia durante siglos. Ha titulado el mensaje:“Su misericordia se extiende de generación en generación”(Lc 1,50). Es un tema que nos reconduce a aquel encuentro bendito entre la joven María y su pariente anciana Isabel. Incide el Papa en el pasaje de la Visitación y, para acoger mejor el estilo de actuar de Dios, recordemos que el tiempo tiene que ser vivido en su plenitud porque las realidades más grandes y los sueños más hermosos se realizan a través de un crecimiento y una maduración. Es un proyecto que va más allá de nosotros, sigue una línea del tiempo que recorre toda la historia humana. Nos invita además a pasar de la imaginación y la añoranza a la realización de un gesto concreto para abrazar a los abuelos y a los ancianos. No los dejemos solos, su presencia en las familias y en las comunidades es valiosa, nos da la conciencia de compartir la misma herencia y de formar parte de un pueblo en el que se conservan las raíces.

Como podéis comprobar es un texto en el que se combina el lenguaje poético con la aplicación a los momentos concretos y ordinarios de nuestra vida familiar y social. Recoge asimismo la correspondencia entre esta Jornada y la que vivirán miles de jóvenes en Lisboa celebrando la Jornada Mundial de la Juventud en estos primeros días del mes de agosto y pide a todos los mayores oraciones en favor de todos los jóvenes y a éstos que antes de ponerse en camino, vayan a encontrar a su abuelos y hagan una visita a un anciano que esté solo.

Las generaciones se necesitan para vivir con coherencia la fe y para transmitirla con fidelidad y valentía. La fuerza física de la juventud se complementa con la sabiduría y experiencia de la vejez. Unos y otros tejen su trama con el amor que Dios ha regalado y queremos devolver ese mismo cariño a los ancianos que sufren limitaciones corporales o que viven olvidados y solos. Ojalá sepamos ser la cadena formada por abuelos y nietos que experimentan el cariño mutuo.