Fecha: 11 de septiembre de 2022

El domingo pasado escribía sobre el comienzo de un nuevo curso. Recordaba que nuestra vida y nuestra sociedad no empieza de cero. Continuamos viviendo desde un pasado reciente un presente con desafíos hacia un futuro con esperanza. Y hablaba de un acontecimiento de la Iglesia universal que nos ha comprometido a todos, el Sínodo de los Obispos.

El comentario de este domingo me gustaría centrarlo en nuestra diócesis de la que los lectores del FULL forman parte y, además, sirve de información a los lectores de nuestra prensa local. A todos puede interesar lo que piensa, lo que hace y lo que dice nuestra comunidad eclesial. Es un sector social numeroso que colabora y se preocupa del bien común y desea que su voz sobre los grandes temas que afectan al ser humano como la defensa de la vida, la ayuda y el reconocimiento de la familia, las desigualdades sociales, la paz o la fraternidad, sea escuchada. También por supuesto dar a conocer sin descanso a todos los coetáneos la persona, la obra y el mensaje de Jesús.

La diócesis prepara un Plan Pastoral en el que colaboran todas las comunidades. Así se trabaja desde hace muchos años. Y cada año o curso pastoral presenta unas líneas de trabajo para orientar, coordinar y unificar criterios. En la pasada Asamblea Diocesana se determinó su contenido, por tanto es ya conocido por la gran mayoría de católicos. También se ha distribuido un folleto con una introducción del que suscribe y una concreción de nuestras pretensiones para este curso. Para algunos será ambicioso, para otros quedará corto pero lo fundamental será que concite el interés y el entusiasmo de los creyentes y que resulte atractivo para quienes viven al margen de la vida cristiana. En una sociedad con larga tradición cristiana resulta a veces cansino y monótono repetir las mismas verdades de la fe sin embargo tenemos que explicar mejor la novedad radical que encierra para la persona y para la sociedad la propuesta del evangelio.

La primera línea de trabajo la define una palabra, la evangelización. Es un punto esencial de la vida cristiana: anunciar, dar a conocer a todos el mensaje de salvación de Jesucristo que se contiene en el evangelio y que es vivido y transmitido por la Iglesia a lo largo de los siglos. Queremos centrarnos de un modo especial en los jóvenes, en la preparación de los sacramentos de la iniciación cristiana (acogida, información, acompañamiento y celebración).

La segunda línea de trabajo será la formación. Nos esforzaremos para que, cuantos más mejor, reciban una buena formación cristiana. Es una cuestión que viene de lejos pero que en nuestra diócesis ha dado buenos frutos desde antiguo con la institución del IREL y la gran cantidad de cursos y sesiones formativas organizadas por parroquias y comunidades. Acentuaremos el proceso del catecumenado y difundiremos especialmente la Doctrina Social de la Iglesia y la atención a las familias por parte de la Delegación Diocesana de Familia y Vida y el compromiso del resto.

La tercera línea de trabajo descansará en el término socio-caritativo. Intentaremos impulsar la organización parroquial de Cáritas y el apoyo constante desde la diocesana. Pretendemos que la caridad cristiana sea cada día más visible y auténtica en todas las comunidades y nos pondremos al servicio de la sociedad para colaborar en la erradicación de las desigualdades y en la promoción de la fraternidad que se manifiesta en el amor de Dios.

Todo ello en el espíritu sinodal que ha impulsado el papa Francisco. Caminaremos juntos en la marcha de los consejos instituidos y en las tareas que requieran aportaciones de otros. Es fundamental contar con todos hablando, escuchando y decidiendo lo mejor para la comunidad.