Fecha: 27 de diciembre de 2020

La familia es la célula y la base fundamental de la sociedad, el espacio donde encontramos refugio, comprensión, apoyo y, sobre todo, amor. La familia siempre nos acompaña, aunque a veces no la tengamos físicamente cerca. La familia nos protege y nos hace sentir seguros.

Este ha sido un año muy duro para todos. Durante la terrible pandemia, que aún padecemos, muchas personas han sufrido y sufren el dolor o la pérdida de algún ser querido. Es especialmente duro el caso de aquellos que no se han podido despedir de sus familiares; la Covid-19 nos ha arrebatado aquellos últimos adioses. A toda la gente que ha sufrido y sufre quiero trasladarles el calor de la comunidad cristiana, el consuelo de la fe y la esperanza en la resurrección.

Vivimos una experiencia donde se han mezclado sentimientos de confusión, miedo, fragilidad…, pero donde siempre se ha mantenido firme la familia. En medio del dolor, el apoyo de los seres queridos nos ha ayudado a salir adelante. Hemos cambiado los besos y los abrazos por miradas de amor, de afecto y de comprensión. Aun así, se me rompe el corazón cuando veo que durante estas fiestas de Navidad muchos abuelos no pueden reunirse como siempre con sus hijos y nietos. Por el bien de todos, es una Navidad con pocos besos y abrazos.

El papa Francisco decía en una de sus audiencias que «la familia es la primera comunidad donde se enseña y se aprende a amar», y que también es el lugar donde se transmite la fe: «La buena salud de la familia es decisiva para el futuro del mundo y de la Iglesia. Porque es el lugar donde se aprende a hacer el bien. La fe y el amor se aprenden solo en un dialecto, en el dialecto de la familia, en otro idioma no se entienden». Y añadía: «Durante el camino de la vida, Jesús no nos abandona nunca. Su presencia se manifiesta a través de la ternura, las caricias, el abrazo de una madre, de un padre o de un hijo. La familia es el lugar de la ternura».

En efecto, ante todas las dificultades vividas desde el inicio de la pandemia, debemos recordar que Dios nunca abandona a sus hijos; que esta prueba debe ser una oportunidad para avanzar en el camino interior y espiritual. Es necesario que todo lo que hemos vivido y sufrido sea acogido como una llamada a mirar el rostro de Jesucristo.

Finalmente, el Papa recuerda que una buena familia transmite valores civiles, educa a sentirse parte del cuerpo social, a comportarse como ciudadanos leales y honestos. Una nación no puede mantenerse de pie si las familias no cumplen esta tarea. La primera educación cívica se recibe en la familia (cf. Discurso del papa Francisco durante la Audiencia de 25 de mayo de 2018 a dirigentes y personal de la Jefatura de Policía de Roma).

Este domingo, a las cinco de la tarde, en la basílica de la Sagrada Familia, celebraremos una misa con motivo de la fiesta de la Sagrada Familia. Queridos hermanos y hermanas, os animo a mantener y a cuidar este vínculo universal de amor que es la familia, este refugio de ternura, la mejor representación de la Santísima Trinidad, fuente de amor y de consuelo.