Fecha: 25 de junio de 2025
El Parque Sanitario de San Juan de Dios de San Boi de Llobregat se llenó el sábado 21 de junio para la celebración de la 1a Asamblea Laical del Obispado de Sant Feliu. Ha sido una ocasión para reflexionar y debatir cómo debe ser el papel de los laicos y laicas de la diócesis santfeliuense durante los próximos años. A continuación le ofrecemos la intervención del obispo Xabier Gómez durante este encuentro.
Queridas hermanas y queridos hermanos,
Somos misión en un cambio de época. Pero, ¿cuál es nuestra misión? Es bien sencillo: vivir el Evangelio de la paz en comunidad. Hacer nuestras las alegrías y los sufrimientos de las mujeres y los hombres para anunciar el Reino de Dios.
Es la hora de los laicos: vivimos la fe en comunidades grandes o pequeñas, seamos muchos o pocos, mayores o jóvenes, solos o en familia, consagrados o laicos. ¿Cuál debería ser nuestra prioridad? Disfrutarla, amarnos, cuidarnos, ayudarnos y alegrarnos juntos en el Señor. El desánimo o la tristeza nunca llegan lejos; la alegría y el calor, sí.
Digámoslo bien alto y claro: el cambio que queremos para la Iglesia y el mundo comienza en cada uno de nosotros. Queridos laicos, consagrados y ministros ordenados, ¿sabéis qué es lo más importante? Vivir la santidad, porque todos estamos llamados a encarnar la felicidad de las bienaventuranzas de Jesús en nuestras propias biografías. En tiempos de incertidumbre, la Iglesia y el mundo han avanzado gracias a hombres y mujeres santos, y por tanto, felices.
Esa santidad brota cuando se despierta la gracia del bautismo. Recuperemos la confianza en la gracia bautismal, en los sacramentos y, sobre todo, en la eucaristía, que nos envía a la vida cotidiana. Que la pila bautismal y el altar sean referentes en nuestras parroquias, signos vivos de renovación y de misericordia, principio y norma de vida. Amigos y amigas, es hora de despertar y redescubrir la fuerza transformadora y la gracia del bautismo y la confirmación.
¿Qué hacemos aquí? Hoy continuamos el “proceso de discernimiento, purificación y reforma” (EG 30) que nuestra diócesis inició en la primera etapa sinodal y que, a la luz de las conclusiones del Sínodo, asumimos dentro del marco del Horizonte Sant Feliu 2035: una propuesta para promover la transformación misionera de nuestra diócesis en los próximos años mediante la triple conversión: personal, pastoral y relacional, al servicio de la comunión, la participación y la misión.
En primer lugar, estamos recogiendo el fruto del proceso sinodal que hemos vivido en nuestra diócesis y en la Iglesia universal, iniciado por el papa Francisco y que ahora continúa con la guía del papa León XIV, quien también ha pedido a los obispos “que la sinodalidad se convierta en una forma de pensar, sentir, decidir y actuar”.
Para concretar esta sinodalidad, os pregunto: ¿Estáis dispuestos a una conversión misionera, a un cambio de mentalidad y de costumbres? ¿Estáis dispuestos a la generosidad?
Dios ya nos está sorprendiendo. ¿Nos dejaremos sorprender?
Pongamos a Jesucristo en el centro de todo. Hagamos de Evangelii Gaudium la hoja de ruta diocesana para la conversión misionera de todos, ayudando a las personas a vivir una relación personal con Él en comunidades acogedoras y evangelizadoras. En un tiempo de gran fragmentación, debemos volver a los fundamentos de la fe: el kerygma. Por mi parte, ayudadme a ser con vosotros discípulo, y para vosotros, obispo misionero. Fomentemos la comunión misionera en nuestra Iglesia diocesana, inspirándonos en las primeras comunidades cristianas, en las que todos tenían un solo corazón y una sola alma. Que ese sea nuestro espejo: Cor unum in Deo.
En segundo lugar, queridas laicas y laicos, confiamos plenamente en vosotros, aunque no siempre acertemos. Recordad que vuestra gran “tierra de misión”, donde el Señor os envía como testigos del Resucitado al final de cada eucaristía, alimentados por la Palabra y la Doctrina Social, son vuestras familias, lugares de trabajo, escuelas, hospitales, prisiones, entornos sociales, culturales, artísticos, económicos, medioambientales y políticos. En este cambio de época, transformar la realidad según el Corazón de Cristo y el Reino de Dios es vuestro culto y vocación desde el bautismo.
En tercer lugar, en este tiempo de polarización e individualismo, en un mundo herido por la guerra, la desigualdad, la cultura del descarte y las migraciones, la Iglesia, madre y maestra, nos dice: es la hora del AMOR y de la comunión sinodal, es la hora de convertirnos en discípulos misioneros. Trataremos de no cerrar iglesias o parroquias, sino de buscar soluciones siempre desde una opción misionera. No podemos hacer este camino sin integrar con amistad a los más vulnerables: migrantes, pobres, ancianos solos. Aunque la pobreza más grande es no conocer a Dios, nunca apartemos la mirada de los pobres. Como pide el papa León XIV: “los pobres deben estar en el centro de TODA acción pastoral”.
Es tiempo de creatividad. No nos conformemos con una pastoral de mantenimiento, de respiración asistida. Somos misión, nuestra vida es una misión en la tierra. Soñemos, pues, con “una opción misionera capaz de transformarlo todo: costumbres, estilos, horarios, lenguaje y estructuras eclesiales, para que sean canales para la evangelización y no para la autoconservación” (EG 27). La hora de los laicos pasa por hacer llegar la Buena Nueva a todos, con testimonio en el mundo y acciones pastorales que lleguen a los más alejados y con instrumentos adecuados para renovar la catequesis y el lenguaje del anuncio.
Porque es la hora de una conversión misionera de todos, queremos “repensar objetivos, estructuras, estilo y métodos de evangelización” (EG 33) de nuestra diócesis. Gracias a todos los grupos, consejos, vida consagrada y movimientos por vuestro trabajo y por las reflexiones que nos habéis hecho llegar. Me comprometo a rezarlas y discernirlas en los espacios correspondientes para aplicarlas según nuestras posibilidades. No caerán en el olvido. Lo intentaremos juntos. Por eso:
· Discerniremos la posibilidad de crear Equipos Sinodales proactivos dentro de los consejos pastorales, arciprestales y diocesanos.
· Estudiaremos la viabilidad de un Equipo de talento y formación en liderazgo pastoral. Repensaremos el tema de la formación y del cuidado de la vida espiritual.
· Hemos iniciado ya la reestructuración de una curia más sinodal y transversal.
· Agruparemos las Delegaciones Diocesanas de Pastoral para ganar transversalidad y eficacia.
· Tejeremos redes eclesiales mediante equipos que trabajen por proyectos y la creación progresiva de Unidades Pastorales que refuercen el papel de los arciprestazgos y parroquias, donde se vive y se decide la vida cristiana.
· Necesitamos vocaciones al ministerio ordenado, y por eso será prioritario fomentar todo aquello que pueda hacerlas nacer entre nosotros. En sintonía con la Iglesia universal, estamos diseñando un nuevo Servicio de Pastoral Vocacional que impulsará también todas las vocaciones.
· Promoveremos y visibilizaremos todos los ministerios laicales, y discerniremos nuevos servicios como el de referentes parroquiales y el de acogida, con la ayuda de la nueva Mesa de Migraciones e Interculturalidad.
· Revisaremos, inspirados por la Acción Católica General, el contenido y la conexión de los itinerarios de catequesis e iniciación cristiana para niños, adolescentes, jóvenes y adultos. Priorizaremos sin excluir otros, los retiros 4×40 buscando sinergias y una orientación común en torno a propuestas concretas para las parroquias. Quisiéramos poner las bases para crear un Movimiento diocesano de jóvenes.
· Tal como decís, es necesario mejorar la comunicación para compartir buenas prácticas y buenas noticias, para conectarnos mejor. Prepararemos un Manual de Comunicación y pensaremos en maneras creativas de acercar la formación tan demandada a parroquias y arciprestazgos.
· Una palabra sobre la economía: ayudémonos mutuamente, con corresponsabilidad, para encontrar caminos de sostenibilidad y solidaridad. Seguiremos poniendo la economía y el patrimonio material y cultural de las parroquias y de la diócesis al servicio de la misión.
En los inicios del cristianismo no había parroquias ni límites territoriales: había corazones encendidos por la fe, comunidades que se amaban, cultura de vida, oración y celebración, testimonio vivo. No nos repleguemos en los cuarteles de invierno. ¿Por qué no explorar nuevos caminos de misión inspirados en las antiguas iglesias domésticas? Hogares familiares abiertos que se conviertan en polos de misión, creando redes de pequeñas comunidades alrededor de la Palabra, la oración, la mesa, la formación y la misericordia compartida.
Permitidme expresar un deseo: que las parroquias sean lugares de hospitalidad, casas de paz, de puertas y corazones abiertos, hogar espiritual para todos, donde la piedad popular tenga su espacio y seguimiento. Cuidemos mucho el acompañamiento personalizado, persona a persona, especialmente de los catecúmenos adultos.
También quiero agradecer a las personas recién llegadas su aportación, porque están revitalizando nuestras comunidades, aunque muchos aún no se sientan del todo acogidos o integrados. Integrar no es asimilar. Evitando lecturas ideologizadas, busquemos cómo facilitar la integración de la diversidad. No tengamos miedo al esfuerzo de ensayar nuevas síntesis culturales que no resten ni dividan, sino que sumen y multipliquen. Ninguna comunidad sin amistad con los empobrecidos de su entorno.
Queridos presbíteros y diáconos, gracias por vuestra entrega. Los laicos os quieren y se preocupan por vosotros, pero a veces os sienten desilusionados o cansados. Dejaos acompañar por ellos, que además son quienes permanecen en las comunidades a las que los ordenados somos enviados temporalmente para servir. Confiemos en los laicos y dejémonos acompañar y cuidar por el santo Pueblo de Dios, del cual somos parte. Somos pueblo de ungidos en el Ungido. Sin confusión de roles, evitemos el clericalismo que puede afectar tanto a ordenados como a laicos. Respetemos y dinamicemos los órganos de participación parroquial, arciprestal y diocesano, escuchemos siempre la Palabra de Dios y la voz de las calles, el contraste y el discernimiento de los laicos.
Finalmente, un sincero agradecimiento al equipo de laicos que habéis hecho posible la celebración de esta Asamblea hoy en el Parque Sanitario de San Juan de Dios; a la comunidad de San Juan de Dios y los trabajadores; a la comunidad parroquial de Sant Josep Obrer que nos acogerá para la comida y a todos y todas que habéis peregrinado hasta este lugar jubilar en representación de vuestras comunidades, parroquias, arciprestazgos, movimientos o delegaciones. No lo haremos todos todo, ni todo de golpe, pero con calma, plegaria y buen humor, iremos haciendo camino al andar.
Recordemos que el único propietario de la viña es el Señor. Los demás, somos jornaleros.
Somos misión, somos la diócesis de Sant Feliu de Llobregat y con el Papa León XIV creemos que “esta es la hora del amor”. MUCHAS GRACIAS.
