Fecha: 16 de octubre de 2022

Estamos en octubre, el mes misionero por excelencia. La reflexión y la colecta por el Domund que tendrá lugar el próximo domingo, lo marca significativamente desde hace 200 años en las comunidades cristianas. El Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de las Misiones nos brinda un acertado lema: “Seréis mis testigos”. El Papa toma estas palabras del último diálogo del Resucitado con los discípulos antes de su Ascensión (cf. Hch 1,8). Desde ese momento, la misión de dar testimonio queda abierta, sin límite en cuanto a su extensión en el espacio y en el tiempo. Por tanto, también a nosotros nos corresponde este encargo.

La ayuda misionera de 2021 en la Diócesis de Urgell, ha sido alta. Fue un año difícil y pesado como el anterior, debido a la pandemia y las restricciones, la dificultad de los encuentros presenciales y los problemas económicos en todo el mundo. Donde más ha afectado a la pandemia del Covid es en los países en vías de desarrollo y en las Iglesias jóvenes de misiones. Por eso debemos seguir sosteniendo con generosidad a los misioneros y sus actividades pastorales en todo el mundo. La oración perseverante, la comunión vivida y la cooperación material con la que debemos colaborar con las misiones, y que mantiene despiertas la Delegación Diocesana de Misiones de Urgell, siempre en estrecho vínculo con las Obras Misionales Pontificias, responden al estado de necesidad que sufren tantas personas y poblaciones de la tierra. Los sacerdotes, religiosos y laicos que sirven sobre todo a los más pobres en diferentes lugares del mundo, necesitan de medios para dar a conocer a Jesús, no sólo con la palabra, sino con el compromiso concreto hacia la promoción humana que siempre acompaña a la misión.

El Santo Padre Francisco en su Exhortación apostólica “Gaudete et Exsultate” (2018) sobre la llamada a la santidad en el mundo actual, habla de la necesidad de salir y predicar a Jesucristo, y quiere que valoremos a los misioneros y su tarea ejemplar (cf. GE nn. 136 y 138). Reflexiona sobre que si existe verdadero encuentro del creyente con Jesucristo, entonces se establecerá un dinamismo misionero en nuestra vida. En el Evangelio vemos cómo Jesús “iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios” (Lc 8,1). También después de la resurrección, cuando los discípulos salieron a predicar por todo el mundo, “el Señor cooperaba, confirmando la palabra con las señales que la acompañaban” (Mc 16,20). Nos debe movilizar el ejemplo de tantos sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos que se dedican a anunciar y servir con gran fidelidad, muchas veces arriesgando sus propias vidas, y ciertamente a expensas de su comodidad. Su testimonio nos recuerda que la Iglesia necesita sobre todo misioneros apasionados, devorados por el entusiasmo de comunicar la vida verdadera y la salvación de Jesucristo. Los santos sorprenden, desinstalan, porque sus vidas nos invitan a salir de la mediocridad tranquila y anestesiante.

Os pido que sigáis colaborando de forma generosa con la acción misionera de la Iglesia, desde las parroquias y escuelas, como desde otras instituciones o de forma más personal. Que el Señor nos haga la gracia de no vacilar cuando el Espíritu nos reclame un paso adelante, y que la Iglesia, en vez de estancarse, siga acogiendo las sorpresas del Señor. “Ni un vaso de agua quedará sin recompensa” (Mc 9,41).