Fecha: 26 de marzo de 2023
Este fin de semana, Domingo V de Cuaresma, se nos presenta intenso, lleno de vida. El sábado coinciden tres celebraciones: la solemnidad de la Anunciación del Señor, la celebración de la Jornada por la Vida y la ordenación de Mons. David Abadías Aurín, nuevo obispo auxiliar de la archidiócesis de Barcelona*.
Por un lado, rememoramos el «sí» de María a dar vida al hijo de Dios, precisamente en una jornada en la que lanzamos un grito a la vida, ante las recientes leyes aprobadas que atentan contra ella. Este año, esta Jornada coincide también con el aniversario de la publicación de la carta encíclica Evangelium vitae de san Juan Pablo II, sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana, un documento para reflexionar sobre ello.
Por otra parte, estos días vivimos con ilusión la ordenación episcopal de Mons. David Abadías y su incorporación a la familia episcopal de nuestra archidiócesis. Es un regalo que ha hecho el Papa a la Iglesia que peregrina en Barcelona. Esta llegada coincide también con el décimo aniversario del pontificado del papa Francisco. Estos diez años de pontificado del Papa están marcados por la publicación de la exhortación apostólica Evangelii gaudium, un verdadero «manifiesto programático», en el que el obispo de Roma nos insta a recuperar la misión propia y esencial de la Iglesia que es el anuncio gozoso del Evangelio. Una misión que corresponde a todos los fieles, a los laicos, a los ministros ordenados y a los miembros de la vida consagrada. Una conversión pastoral intensa que también debe extenderse a las diversas instituciones en las que se estructura el pueblo de Dios que es la Iglesia.
En ese contexto quiero recordar que el episcopado es un servicio, no un honor. Una misión que requiere vocación de servicio y paciencia. El obispo es un sucesor de los apóstoles como testigos primeros y excepcionales de Jesucristo y de su Evangelio. Y su vida se convierte en un «amoris officium» (oficio, trabajo de amor). El obispo está llamado a ejercer la plenitud del sacerdocio, unido a Cristo y a sus presbíteros. A menudo me gusta recordar algunas de las cualidades del sacerdote que encontramos escritas en un manuscrito medieval encontrado en Salzburgo. El sacerdote debe ser muy grande y muy pequeño; de espíritu noble, pero sencillo: fuente inagotable de santidad y un pecador que Dios ha perdonado; servidor de los débiles, discípulo dócil de su maestro; una mano amorosa para el enfermo; un anciano prudente, un niño que confía en los demás; ajeno a la envidia, transparente, sincero, amigo de la paz, enemigo de la pereza y seguro de sí mismo.
Queridos hermanos y hermanas, demos la bienvenida al obispo David y oremos por el papa Francisco. En la proximidad de la Jornada por la Vida, unámonos en la oración por y con las personas que sufren a causa de la guerra, el hambre, la violencia, el aborto o la eutanasia. Recemos por todos aquellos que cuidan a los enfermos hasta el final de la vida, por quienes acompañan a las mujeres gestantes que están solas y en dificultades o por aquellas familias que acogen a los pobres y a los migrantes. Promovamos entre todos la cultura de la vida
*Esta celebración también se podrá seguir en directo desde casa a través de: www.esglesia.barcelona/en-directe