Fecha: 20 de diciembre de 2020

Este año nos toca vivir una Navidad diferente. No me refiero a las diferencias que describe John Grisham en su libro Skipping Christmas, que fue llevado a la gran pantalla y que viene a ser un cuento clásico para los tiempos modernos y una mirada divertida al ajetreo frenético que se ha apoderado de la sociedad cuando llega la hora de celebrar nuestra más entrañable tradición. Este libro plantea la posibilidad de prescindir en un momento dado de la “Navidad” en el sentido de los encuentros familiares obligados, las comidas de empresa ineludibles, los centros comerciales abarrotados o los regalos forzados y en ocasiones, un tanto ridículos.

Eso es lo que Luther y Nora Krank piensan cuando deciden que, por una vez en la vida, se saltarán las actividades que su vecindario organiza cada año por estas fechas, y  su casa será la única que no tenga un Papá Noel en el tejado; y tampoco organizarán ninguna cena de Nochebuena, ni pondrán el típico abeto con adornos navideños en el salón. Incluso deciden que el 25 de diciembre se embarcarán en un crucero por el Caribe. Al final se trastocan los planes y acaban celebrando la Navidad a la fuerza. En resumen, el libro es una comedia llena de tópicos norteamericanos  con un final feliz. A   la vez es una crítica al consumismo desmedido de esta época.

Nuestra Navidad será diferente este año, indudablemente. Cuando escribo estas líneas acaban de llegar las últimas normativas del Gobierno. El Consejo Interterritorial ha acordado un conjunto de medidas para la celebración de las próximas fiestas con el objetivo de garantizar la seguridad y minimizar lo máximo posible el efecto de la pandemia. Se trata de un marco común que requiere una eficaz  coordinación a todos los niveles: nacional, autonómico y local, así como el trabajo conjunto con los municipios, las organizaciones de comerciantes, y los agentes sociales, culturales y deportivos.

Se recomienda que todos colaboremos en la motivación y refuerzo para el cumplimiento de las medidas de prevención. Se ofrecen concreciones sobre cómo proceder en los encuentros con familiares y allegados, sobre la movilidad nocturna y las celebraciones típicas de estas fiestas, sobre la hostelería y la vía pública, sobre los eventos deportivos y culturales, sobre el comercio y transporte, y cómo no, también sobre el aforo de los templos para las celebraciones religiosas. Ciertamente, en los aspectos exteriores, nuestra Navidad será diferente, y no podemos hacer otra cosa que aceptar y sobrellevar con paciencia unas restricciones que afectarán en buena medida a los encuentros familiares, tan propios de estas fechas y tan necesarios tal como está la situación anímica de muchas personas.

Pero a la vez os propongo que no gastemos tiempo en lamentaciones o críticas. Al contrario, conviene concentrar las energías en lo más importante,  en apuntar a lo esencial, de modo que fijemos la mirada en lo más fundamental de nuestra vida, venciendo la superficialidad, superando el materialismo, sacudiéndonos el consumismo que nos contagia y poco a poco ahoga el espíritu, apaga la sed de trascendencia. Vivamos, pues, con intensidad y profundidad la Navidad. El espíritu de la Navidad no es un buenismo inconcreto y difuso, sino la consecuencia de un hecho que ha marcado definitivamente la historia humana, la encarnación y manifestación del Hijo de Dios: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14). Dios mismo ha venido a habitar entre nosotros. Un misterio inefable de fe y de amor. Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. ¡Santa Navidad!